La
entrada de hoy va dedicada a uno de los asuntos que más nos preocupa como
docentes y familias: los videojuegos y su uso en la infancia.
VIDEOJUEGOS: SU USO EN LA INFANCIA
¿Cuántas
horas para mi hijo/a delante de una pantalla? ¿Le dejo jugar entre semana?
¿Cuántas horas están ante una pantalla el fin de semana? ¿Le dejo jugar a
videojuegos que no son adecuados para su edad? ¿Realmente sé y conozco a lo que
juegan mis hijos? ¿Le dejo jugar a algún juego al que considero que no debería
solo porque todo el mundo juega? ¿Prefieren quedarse en casa jugando que salir
a la calle? ¿Les dejamos jugar tanto tiempo solo para poder descansar y
adelantar otras cosas?
En primer lugar, vamos a ver por qué les gustan tanto los videojuegos a los niños/as:
-
Por la fantasía:
en el
videojuego pueden hacer cosas que no
hacen en la vida real (puede que algunas sean buenas, pero la mayoría son negativas).
Poder hacer ciertos actos como matar o robar les hace más insensibles a la
violencia, sobre todo a los más pequeños porque su cerebro no está preparado
para separar lo real de lo irreal.
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Escape y
entretenimiento: los niños/as de hoy en día no
saben aburrirse, juegan porque no saben qué otra cosa mejor hacer. Si les
dejamos tiempos de aburrimiento, al final acabarán inventando, creando, imaginando
y jugando a otras cosas mucho más educativas y adecuadas para su edad.
-
Competición y desafío: quieren demostrar que son los mejores, quieren ganar. Esto, a su
vez, hace que puedan estar enganchados horas y horas esperando a ganar una
partida.
-
Activación
socio-emocional: les gusta conectarse entre ellos
y hablar sobre lo que juegan.
En segundo lugar, vamos a conocer qué efectos tienen:
-
Trastornos del sueño, debido a la activación que provoca tanto la tensión del juego como la
luz de la pantalla. Esto activa el cerebro e influye en la calidad del sueño.
-
Dependencia:
acaban enganchándose, quieren jugar continuamente. Hay videojuegos que son
realmente adictivos y los niños/as se pasan todo el día pensando en el momento
en que podrán jugar.
-
Sedentarismo:
están sentados jugando en lugar de salir a la calle y hacer otras actividades
físicas y sociales más saludables.
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Agresividad:
muchos de los videojuegos tienen un componente agresivo, lo que les hace más
insensibles a la violencia.
-
Gastos económicos: en muchos juegos hay que pagar por insignias, objetos o retos, lo que
puede provocar gastos económicos en la familia del que muchos no son
conscientes.
En tercer lugar, vamos a
contestar a la pregunta ¿realmente conozco a qué juegan mis hijos/as? Las
familias debemos conocer los videojuegos a los que juegan.
Antes de dejar que un niño/a juegue a un videojuego debemos saber interpretar la información que se nos
da sobre el mismo: edad, tipo de videojuego, de qué trata... Estas
informaciones están establecidas por un grupo de profesionales (psicólogos,
pedagogos y profesionales del desarrollo). No
debemos dejar jugar a ningún juego que no esté recomendado para su edad, si
lo han establecido así, es por algo.
¿Sabemos lo que significan los símbolos que aparecen en la caratula de
los videojuegos?
Por otro lado, como hemos
dicho otras veces la habituación
es muy importante. Debemos crear buenos hábitos poco a poco. Si creamos
buenos hábitos, siempre será más fácil que cambiar malos hábitos establecidos.
Si conseguimos crear buenos hábitos ya no protestarán ni se resistirán.
Además, es muy importante dejar que se aburran, aunque protesten. Si les
dejamos tiempo de aburrimiento, acabarán jugando o inventando algo. Solemos
estar acostumbrados a organizarles toda la vida a los niños/as, y debemos
dejarles libertad y tiempos de aburrimiento.
Por último, creemos que es muy importante que nos
planteemos si dejamos jugar a juegos en contra de nuestro criterio solo porque
todos sus amigos/as lo hagan y no quiero que sea el único que no juega. Debemos
seguir nuestro sentido común y no el criterio de “lo hacen los demás, es lo
normal”. Por este motivo es tan importante dar ejemplo y hablar con nuestros hijos/as, argumentar siempre
nuestras acciones, explicarles el contenido y por qué no deben jugar (que
queremos lo mejor para ellos). También podemos demostrarles a los demás cómo lo
hacemos nosotros y cómo nos funciona para hacerles reflexionar sobre sus
actitudes. “Los demás” o “todo el mundo” somos todos por lo que no sirve el
argumento de que hacemos las cosas porque todos los demás lo hacen.
A partir de ahora… no tenemos excusas para
actuar en contra de nuestro criterio, sino argumentos
para demostrar por qué debemos actuar de mejor manera.
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