¿Somos el ejemplo que queremos
dar a nuestros hijos/as? ¿Somos un buen modelo para ellos en el día a día? ¿Cuánto
tiempo estoy haciendo uso del móvil delante de ellos/as? ¿Les escucho activamente
cuando me cuentan algo o por el contrario mientras estoy mirando algo en la
pantalla? ¿Le miro a los ojos cuando me hablan o estoy mirando el móvil?
Para poder controlar el tiempo
que dedican nuestros hijos/as al uso de las tecnologías, el primer paso está en
nosotros mismos. Los adultos debemos ser modelos
para nuestros niños/as porque ellos aprenden
más de lo que ven que de lo que escuchan.
Si estamos todo el día diciéndoles que no pueden usar tanta tecnología, pero
nos ven usando el móvil constantemente, ellos aprenderán más de nuestros actos
que de nuestras palabras. Diariamente están aprendiendo de nuestras actuaciones
y de nuestra forma de comportarnos. De este modo, si queremos controlar el
tiempo de uso de las pantallas en nuestros hijos/as debemos empezar por nosotros
mismos.
Los adultos debemos ser modelos de los más pequeños, y, para
ello, debemos apartar el móvil, mirarles a los ojos y escucharles activamente.
En nuestro día a día, son muchas las veces que estamos tan concentrados en la
pantalla que no prestamos atención a lo que sucede a nuestro alrededor. Si nos
pasa a nosotros que somos adultos… ¿cómo no les va a suceder a ellos lo mismo
cuando están con el móvil, la tablet o los videojuegos?
Para muchos de nosotros el
teléfono móvil se ha convertido en una necesidad que tenemos que tener a mano a
lo largo de nuestro día a día. Para justificar y argumentar esta necesidad que
no es real, “nos contamos” a nosotros mismos lo que nos interesa (es sobre el
trabajo, estoy contestando un e-mail importante, busco información sobre algo
que necesito…). Es una realidad que las tecnologías son muy útiles y que nos
han aportado muchas facilidades a nuestras vidas, pero nos tenemos que poner
límites debemos y ser conscientes de que no son una necesidad.
Por otro lado, aunque podamos
pensar que sí, nuestro cerebro no puede hacer dos cosas a la vez, a no ser que
se trate de tareas mecánicas. El ser humano no puede hacer a la vez diferentes
actividades que requieran nuestra atención. Esto significa que no podemos ver
una película a la vez que vemos el móvil, o escuchar a los niños/as a la vez
que leemos algo en la pantalla. Se nos ha olvidado hablar, comentar, mirar a
los ojos, dialogar….
Debemos educar dando ejemplo por
lo que los adultos también debemos ponernos normas para el uso del móvil. Los
cambios deben ir haciéndose poco a poco, dando ejemplos (debemos ponernos
tareas): tiempos de uso, acuerdos, tratos a medio plazo…
Existen estudios demuestran que
el humor y el optimismo de la madre son los principales factores que influyen
en el bienestar de los niños/as, por lo que debemos ser modelos y dedicarles
tiempo. Para ello, los procesos de normalización son muy importantes. Lo que
los niños/as ya ven como normal es muy complicado cambiarlo o prohibirlo, por
lo que es más fácil ir creando buenos hábitos y rutinas poco a poco que cambiar
algo que ya está establecido. Sin embargo, podemos cambiar algo que ya está
normalizado en nuestras casas y para ello el primer paso es demostrarles que
nosotros como adultos no lo hacemos y por qué no es normal. Debemos dialogar y
hablar con ellos.
Como dato preocupante, hay
estudios actuales que han demostrado que los adolescentes tienen cada vez más
complicaciones para expresarse y para comprender en el lenguaje oral. Sus
habilidades y competencias sociales van siendo cada vez peores: no saben
interpretar gestos ni emociones, ni expresarse. En la mayoría de las ocasiones
prefieren comunicarse virtualmente que a la cara y van perdiendo en habilidades
sociales. Después de saber esto… creemos que es realmente importante empezar a
trabajar en el cambio y para ello queremos ofreceros información y consejos que
podemos poner en práctica todos/as, desde casa y desde el centro.
¿Os animáis a intentarlo con nosotros?